19/11/05

España una, grande y libre

Calvià
España una, grande y libre
Discurs del batle Carlos Delgado per commemorar el Desembarcament de 1229


Reproduïm pel seu interès el discurs íntegre i en versió original pronunciat dijous passat pel batle de Calvià amb motiu de la celebració del Desembarcament de les tropes de Jaume I a Santa Ponça el setembre del 1229. Carlos Delgado convertí el discurs en una crida a la «unitat d'Espanya» com a «pàtria comuna, ancestral i històrica». El batle va fer un rapidíssim i particular repàs a la història d'Espanya i atacà els «regnes de taifes» dels musulmans. També reivindicà que el rei en Jaume era «espanyol». A partir d'aquests raonaments, Delgado vol que es tracti d'evitar «dissenyar un Estat buidat de bona part dels seus continguts essencials».

Dignísimas autoridades, señoras y señores, amigos todos:


Un año más y siguiendo la tradición secular, volvemos a reunirnos en este lugar para conmemorar el Desembarco de las tropas de nuestro Rey Jaime I que habían de recuperar para la Cristiandad y para España, las tierras que, en definitiva, provenían de la Cristiandad y de España.


No es casualdidad que a esta gesta se la denomine con frecuencia Reconquista, porque en el contexto y marco general de la Reconquista hispánica hay que encuadrarla y porque Reconquista fue de un reino que se había «perdido», como el resto de los reinos hispánicos, con la invasión islámica.


No se trata de, con motivo de esta conmemoración, recrear, aquí y ahora, el famoso «choque de civilizaciones» que preside este gran debate y, por desgracia, el desencuentro entre el Islam y el Occidente cristiano, por más que las circunstancias dramáticas que vivimos últimamente inciten a investigar las causas de este conflicto cultural, político y, en defintiva, histórico.


Pero, junto a esta légitima reflexión sobre el Islam y la Cristiandad, hay otra reflexión de plena actualidad, de ámbito más doméstico, nacional y español, sobre la cual vale la pena extenderse a la vista de un panorama que parece pretender infravalorar el proceso de consolidación de la «idea de España» como patria común, ancestral e histórica de todos los españoles. Y es bueno hacer esta reflexión desde esta pequeña parte de España que es Calviá, porque aquí, y en el Desembarco, se contienen buena parte de las ideas que sólidamente alumbran la realidad, no sólo histórica, sino cultural, moral y social de España.


Esta reflexión sobre la «idea de España» debe iniciarse dejando claros cinco apuntes históricos:


Primero: Que con la invasión romana antes de Cristo se inicia un largo pero inequívoco, proceso de construcción de una España unitaria.


Segundo: Que con la dominación goda, este proceso se consolida sin solución de continuidad y con plena conciencia de este carácter unitario del «estado» y de la «nación» española, con todas las salvedades conceptuales e históricas que se quieran hacer.


Tercero: que con la invasión musulmana del 711 es percibida como una ruptura de esta unidad que tiene mil años de antigüedad y como una ruptura de esta unidad que tiene mil años de antigüedad y como una «pérdida» que hay que recuperar.


Cuarto: Que la reconquista es la lucha por esta «recuperación» de la España perdida, de «toda» España, no de tal o cual territorio, hasta el extremo que legitima la acción de todos los reyes cristianos que nunca pierden de vista ni olvidan el carácter «hispánico» de la Reconquista. Mallorca y el Desembarco que conmemoramos forman parte de esa recuperación de la España perdida por el Islam. Alfonso X el Sabio lamentaba la fragmentación, por herencia, de los cronistas catalanes, los obispos, los Papas, y desde luego, todos los reyes sin excepción, dan por supuesta la previa existencia de España, a la que hay que recuperar.


Y en las crónicas de nuestro Rey Jaime I son contundentes las apelaciones a su condición de «español», sus referencias a España como espacio propio y a la condición «hispánica» de la conquista de Mallorca.


Y, quinto: Que en la Baja Edad Media se da un proceso de consolidación que tiende a la unidad perdida. Primero eran cinco los reinos hispánicos. En la Baja Edad Media, ya son sólo dos: Castilla y Aragón. Los Reyes Católicos culminan el proceso de recuperación con la conquista de Granada que, en Mallorca, celebramos como una conquista nuestra con tedeums, manifestaciones de júbilo y murta. Todo este breve resumen histórico es para significar hasta que punto el acto que hoy conmemoramos forma parte de esta «recuperación» de una España que ya entonces tenía mil años de historia como entidad unitaria, truncada por unos extranjeros que se caracterizaron por dejarnos unos de sus peores legados: los Reinos de Taifas.


Y lo que quiero reivindicar, aquí y ahora, es que nuestra mejor tradición no es musulmana, sino grecolatina, visigótica y cristiana, y que el Desembraco de Jaime I supuso el retorno a las fuentes y a los orígenes. Quiero reivindicar que nuestros antecedentes, nuestros genes étnicos, culturales, históricos y vitales no son la querencia al taifismo, sino la querencia a la unidad. A la unidad sentida y querida.


Por ello, resulta entristecedor, percibir como, tras una admirable ejemplar y prestigiada transición política que asombró al mundo, se avecinan tiempos de pesadumbre.


No resulta ocioso por tanto recordar estas elementalidades históricas a la vista del panorama que vuelve a aparecer en el horizonte español, donde se corre el riesgo de poner dos mil años de existencia de España. No se trata de evocar patriotismos de campanario, sino de alarmarse ante este proceso de «desarme del Estado», instigando sólo por minorías, pero que se nos está imponiendo por aprendices de brujo que ponen en marcha dinámicas que luego se les escapa de las manos.


Se trata de evitar diseñar un Estado vaciado de buena parte de sus contenidos esenciales y de los elementos de cohesión nacional que han hecho de España lo que ha sido y lo que es. Se trata de evitar que minorías de escasa representatividad utilicen su poder arbitral para ejercer un poder que no les corresponde y para el que no están legitimados por las urnas. Y se trata de evitar la tentación de iniciar un mercadeo de principios y de otras cosas importantes que podría introducirnos en una clara dinámica de perversión democrática.


Queridos amigos, el Desembarco que hoy volvemos a conmemorar en Calviá nos refresca el impertivo histórico, moral político de que con los principios no se juega y que con los principios no se mercadea. Ni si quiera en nombre del Poder.





Adreça: www.diaridebalears.com/segona.shtml?2556+3+147605

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